¿El trabajo en tu casa, o la casa para tu trabajo?
Cuando creíamos que teníamos todas las variables controladas, que nuestro éxito se perfilaba seguro, que nuestra estabilidad nos permitía llevar una vida cónsona a consumo, tecnología, esparcimiento, disfrute, “algo” nos volteó la tortilla:
Un intruso no invitado, llegó a desajustarnos el ego, el sentido planificador, el estrés, el status , lo que teníamos como indispensable para subsistir y hasta la forma de trabajar, ahora tenemos que trabajar en casa.
¿Pero qué te está diciendo la presencia del Coronavirus?
Podríamos quedarnos en el simple enfoque de salud, un virus con categoría de pandemia, muchas pérdidas humanas innecesarias, del Cielo nos llueven mensajes de cambio, el planeta decidió hablar y sacudirnos, así como un terremoto emocional, para llevarnos a un ajuste.
¿Pero por qué un ajuste, ajuste de qué?
Somos muchos acostumbrados a salir bien temprano de casa, a trabajar en nuestras oficinas como empresarios, asalariados, asesores, independientes, donde el mundo activo y estresante, la calle entre cambios de clima, sol y lluvia, las múltiples actividades que nos asfixiaban por no tener tiempo para todas, las distancias y los ineficientes medios de transporte en algunos países, de pronto nos “congelaron” como hombres de hielo:
El mundo se paró, la naturaleza y la fauna dijo “este es nuestro momento” y un diminuto destructor nos encerró, siendo prisioneros sin penalidades, teniendo fondos económicos sin que el mejor abogado haya podido devolvernos nuestra libertad, un hashtag #QUEDATEENCASA nos obligó por nuestra sobrevivencia, nuestra seguridad, a permanecer y trabajar en casa sin la sola posibilidad de decir “no quiero”. La amenaza está, ahí mismo, a la vuelta de la esquina de nuestra casa.
¿A qué nos ha llevado?
A transformar nuestro estilo de vida, y todos, empresas e independientes hemos tenido que correr, esta vez, para traernos a casa todo lo que en nuestra oficina aún estaba pendiente, para incorporarnos a una nueva modalidad donde la palabrita nos sonó bonita: “Estamos en TELETRABAJO”.
Y los primeros días, compartimos, nos llamamos, nos chateamos, nos fuimos ajustando, sin darnos cuenta de que el sentido de nuestra casa cambio: Ahora está llena de “chécheres”, papeles, bolígrafos y cables por todos lados. La tecnología se apropió de nuestro hogar.
Quedarnos así, cada quien, en su trinchera con una computadora portátil en sus manos, con el paso de los días va a crear un caos que ni nosotros nos soportaremos unos con otros, quedando como cangrejos dentro de una cajeta de zapatos.
¿HABRÁ ALGUNA ESTRATEGIA PARA ORGANIZARNOS Y AJUSTARNOS MIENTAS TRABAJAMOS EN CASA?
Por supuesto que sí. Muchas cosas por hacer y mucha autodisciplina actitudinal para conservar nuestro equilibrio emocional mientras trabajamos en casa o hacemos teletrabajo:
- Esfuérzate por conservar las cosas en su lugar en casa. Si tienes niños pequeños, incúlcale y sé claro(a) en las reglas del juego.
- Hay que convivir en familia, sabiendo que cada uno necesita concentración para su respectivo trabajo, estudio sea escolar o universitario, y una mamá loca con todo regado si no nos comprometemos a disciplinarnos.
- Es necesario un REORDENAMIENTO DE LOS ESPACIOS. Lo que te hayas traído de tu oficina amerita un espacio que no tenías pautado antes, eso va a provocar acumulación de objetos, uso de la mesa de comedor como el lugar por excelencia para trabajar y no para comer, camas desordenadas todo el día con platos debajo de ellas, por la pereza de llevarlos a la cocina de vuelta y así es como empieza a asomarse la anarquía y el desorden.
- Ayúdate con lo más primitivo que exista en modo orden: Cajetas de cartón para clasificar lo que estarás usando mientras trabajas en casa. No podemos ser exigentes con mobiliarios exquisitos. Si tuvieran contenedores plásticos sería genial, pero recuerda la consigna #QUEDATE EN CASA. Nada se te ha perdido en la calle para inventar lo que no será eterno.
- Optimiza tus recursos, eso no quiere decir que todo lo tengas y lo veas feo. Puede ser que ganes un espacio dentro de tu armario, a lo mejor lo que menos usas lo puedes embalar por un tiempo, y dejar el área disponible para tus pertenencias de trabajo.
- Hay que cuidar también el orden físico y emocional de tu ser. No tienes probablemente la silla ergonómica que hay en tu oficina, pero eso no se traduce en permanecer en tu cama, en mala postura deteriorando tu columna vertebral. Mientras trabajas en casa, siéntate colocándote un cojín en tu espalda, en las lumbares, mantén tu postura erguida, pero recuerda: Cada 30 minutos, levántate de la silla, estírate, gira la cabeza de un lado a otro, mueve los ojos -distancia larga, distancia corta- pues la fatiga ocular es molestosa y a la larga, dañina. Tu estado emocional también puede impactarse. Combínalo con actividades o pequeños hobbies que te agraden, fomenta lectura, pero no te anestesies con celular y videojuegos.
- Fomenta momentos de silencio para la concentración. Como no es trabajo sencillo, puedes colocar una música instrumental de fondo que inspire a la concentración.
- Asígnales a tus hijos actividades que les desarrolle habilidades de planificación, fijación de metas y tú puedas trabajar con indicadores de gestión, para medir que tan efectivos están siendo tus hijos en sus actividades.
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¿Será una lección?
Esto no ha sido una coincidencia, esto es una TREMENDA LECCIÓN que la vida nos está poniendo de frente y no podemos verlo con matices de drama, ni claustrofobias.
Es el momento de desarrollar nuestro hemisferio divergente, el lado derecho de tantas competencias blandas y emocionales necesarias para elevar el umbral de un mundo mejor.
Habrá pronósticos fatalistas de la economía mundial. ¿Volveremos a cocinar en fogón y a frotar palitos para hacer fuego? ¿Volveremos a la era del trueque donde intercambiaremos productos y servicios? No lo sé, no tengo la verdad en la mano.
Pero lo que sé es que por ahora debemos pedirle perdón al planeta Tierra, porque nos ha dado miles de año de su vida y nosotros no la hemos sabido apreciar, hemos inflado nuestro EGO para consolidarnos en éxito y nos hemos olvidado de que quien maneja nuestro destino sólo es Dios.
Hasta un próximo compartir. Abrazos de cariño.
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